Best in Travel 2025: los países que Lonely Planet propone descubrir el año que viene | Lonely | El Viajero – Technologist
El año 2025 puede ser el momento definitivo para viajar a los volcanes, las selvas tropicales y las playas de Camerún, el país seleccionado por Lonely Planet como el más atractivo para descubrir los próximos meses, según ha anunciado este 23 de octubre en su ranking anual de destinos Best in Travel. También puede ser un buen momento para acercarse a Toulouse, la rosada metrópolis francesa rica en cultura, que encabeza la lista de las ciudades más interesantes; o de conocer la historia, la naturaleza y la costa salvaje del Estado de Georgia, en Estados Unidos. 10 países, 10 ciudades, 10 regiones y 10 tendencias de viaje de los que se hablará mucho en 2025.
Entre los países destacados en la lista, los hay poco visitados como Camerún, Kazajistán o Vanuatu; pero también destinos europeos como Lituania o Eslovaquia, nuevas alternativas en el sudeste asiático como Laos, o paraísos exóticos como las islas de Trinidad y Tobago o Fiyi. Sugerencias y recomendaciones que invitan a encontrar nuevas playas, ciudades llenas de color y dinamismo, zonas de naturaleza poco conocidas o eventos interesantes que tendrán lugar en 2025. A continuación, desgranamos los motivos para visitar los 10 paíeses propuestos por la reconocida editorial viajera.
1. Camerún, el próximo destino de aventuras en África
En 2025, Camerún, en la costa occidental africana, celebrará el 65º aniversario de su independencia. Mucho menos visitado que otros países del continente, esconde recursos inéditos como su música, su cultura tradicional en constante evolución, sus playas color chocolate, ciudades dinámicas llenas de color y amplias zonas de naturaleza todavía bastante desconocidas para el turista occidental. Pese a una crisis latente en el noroeste y algunas zonas prohibidas en el norte —el Ministerio de Exteriores español recomienda viajar “con extrema precaución” y “abstenerse de hacerlo por determinadas zonas”—, la mayor parte del país disfruta de su papel como próximo destino de aventuras del continente africano.
Entre lo imprescindible para visitar el país: comprar artesanías de bronce y de cuentas en el Village des Artisans de la ciudad de Foumban o disfrutar del encanto de Kribi y sus hermosas palmeras, cascadas, arena blancas y aldeas de pescadores. Las ciudades de Camerún son el segundo reclamo: la húmeda Douala o la divertida y fascinante Yaundé, la capital, donde admirar la arquitectura art déco de la época de la independencia y donde esperan museos, cafés y bares. En ambas ciudades suena una banda sonora ecléctica de ritmos centroafricanos mezclados con un tráfico incesante y abundan mercados repletos de tejidos de colores, máscaras y figuras de madera. Y, todo ello, sin apenas turismo.
Sus playas desiertas son una alternativa para los que buscan destinos poco trillados, al margen del turismo de masas. Aparte de unos pocos hoteles, la costa desde Limbe hasta Ebodjé está bastante vacía. Es uno de esos sitios donde comer pescado fresco bajo las palmeras con los pies en la arena. Más al sur, en la zona de Ebodjé, se puede participar en un proyecto de conservación de tortugas marinas. Y Kribi podría ser el próximo gran destino de playa de África. Es una experiencia difícil de encontrar en ningún otro lugar del continente y, quizá, no sea así mucho tiempo más.
Y está, por supuesto, la naturaleza: densos bosques tropicales de un verde profundo, que se extienden por todo el país, y algunos parques nacionales, como el Parc National de Campo-Ma’an, en el extremo sur, repleto de elefantes, primates y leopardos, que cuenta con interesantes proyectos de conservación.
2. Lituania, ecológica, exsoviética y contracultural
Exrepública soviética, aprisionada por décadas de estancamiento comunista, Lituania es un destino que destila un dolor histórico y valentía. En su moderna capital, Vilnius, una enérgica contracultura contrarresta la tradición de un país que hibernó en las sombras demasiado tiempo. Nunca ha habido mejor momento para visitar esta tierra de pinos, lagos y dunas junto al mar Báltico; que, además, está preparada para brillar como Capital Verde Europea 2025. Vilnius es una bella ciudad barroca que prioriza a sus habitantes con una calidad de vida que prima los desplazamientos cortos y el cuidado del medioambiente. Los carriles bici atraviesan esta ciudad encantadora y compacta y unen destinos entre parques frondosos, algún palacio ducal del siglo XVII (como el recién restaurado palacio Sapieha, ahora convertido en centro de arte contemporáneo) y un casco antiguo que forma parte de la lista de la Unesco desde 1994, con callecitas adoquinadas, iglesias y preciosas cafeterías con terrazas en verano. Las zonas verdes ocupan el 61% de la capital, con una ruta de 100 kilómetros para correr y pedalear la circunvala. Por tanto, las bicicletas, patinetes eléctricos y automóviles compartidos animan a reducir la huella de carbono.
El barrio judío de Vilnius, antes llamada la “Jerusalén del Norte”, quedó prácticamente destruido durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, esta parte de la historia se reivindica ahora en el nuevo Museo de la Cultura e Identidad Judía de Lituania, en la antigua biblioteca del gueto o en el monumento del Holocausto. Además, algunos lugares que tuvieron un pasado oscuro se han transformado. Por ejemplo, en el espacio de arte experimental Lukiškes Prison 2.0 uno puede sudar en una sauna tradicional, codearse con creadores y artistas locales y bailar hasta el amanecer en una cárcel del siglo XIX que estuvo en funcionamiento hasta 2019.
Al margen de la ciudad, Lituania puede ser una vuelta a la naturaleza. Por ejemplo, en las las playas bálticas cercanas a Klaipėda donde todavía se encuentran trozos de ámbar dorado. O en la laguna helada de Nida, donde se afanan pescadores en el hielo. Y en los bosques del este y el sur del país, llenos de alces salvajes y dioses paganos esculpidos, se pueden buscar bayas silvestres y flotar en lagos salpicados de islas en los parques nacionales de Aukštaitija y Dzukija. Perderse en los arrullos y la serenidad del paraíso ornitológico del delta del Nemunas es también una opción.
3. Fiyi, uno de los últimos trocitos del paraíso del Pacífico
Fiyi es uno de esos rincones del mundo que todavía se mantiene, en cierto modo, inaccesible. Por tanto, 2025 puede ser el año definitivo para viajar al otro extremo del planeta y descubrir este país con más de 330 islas de aguas turquesas, arrecifes de coral, playas blancas y palmeras. Desde las montañas del interior a la costa, los fiyianos se enorgullecen de sus islas y de su cultura que comparten generosamente con los viajeros., comenzando con el saludo tradicional de “¡bula!”. Fiyi es más que un pedacito de paraíso: es cultura, naturaleza y hospitalidad.
Casi todos los viajeros llegan hasta aquí sobre todo para bucear entre los arrecifes de coral en sus zonas marinas protegidas. La clave del archipiélago es el mar y un enorme reino marino que asombra a buceadores y submarinistas: 3,4 millones de kilómetros cuadrados con más de 460 zonas protegidas repletas de biodiversidad —aquí habitan más de 1.200 especies de peces de arrecife, entre 390 tipos distintos de coral, en unas aguas patrulladas por una asombrosa variedad de más de 75 especies de tiburones y rayas—. Pero, una vez en el destino, también merece la pena ir a las montañas y cascadas para gozar de un genuino encuentro con la selva y la naturaleza.
Este tesoro natural y acuático es esencial para el patrimonio cultural y la economía de Fiyi, sobre todo en cuanto al turismo. En 2025 aumentarán los esfuerzos de conservación destinados a proteger, revitalizar e involucrar activamente a los visitantes en este proceso, con actividades como la plantación de corales y manglares. Tourism Fiji y la Asociación Profesional de Instructores de Buceo (PADI) han creado el programa Bula Bubble, un proyecto de futuro cuyo objetivo es situar al país en una posición líder en cuanto a viajes sostenibles que, además, beneficien a las comunidades locales. Además, todo tipo de empresas locales trabajan en propuestas imaginativas relacionadas con los fondos marinos y sus recursos.
El atractivo de Fiyi no se limita a sus relucientes costas y aguas biodiversas. Clasificada como una de las naciones más felices del mundo, los fiyianos invitan a disfrutar de su mosaico cultural, con danzas que sumergen al visitante en el espíritu comunitario de una ceremonia de kava en la que nada es ni falso ni artificial. En el archipiélago hay un verdadero esfuerzo por respetar las tradiciones y cultura locales y que estas desempeñen un papel activo en la experiencia de los viajeros.
4. Laos, nuevos viajes en tren por el sudeste asiático
El sudeste asiático es famoso por sus lentos y un tanto decrépitos ferrocarriles, pero mientras sus vecinos avanzan casi sin cambios desde la década de 1970, Laos ha inaugurado una red ferroviaria internacional de alta velocidad que conecta sus tranquilas llanuras con la provincia de Yunnan, en el suroeste de China. Este “transasiático”ofrece trenes cómodos, billetes baratos, un clima cálido y muchos lugares de interés turístico a lo largo de su recorrido.
Entre los hitos del camino hay que pararse a visitar, en Vientián (capital del país), el templo Pha That Luang y el monumento Patuxai, una recreación del Arco de Triunfo de París que recuerda el pasado colonial de Laos. O desembarcar en Luang Prabang para ver la cascada de Kuang Si, el casco antiguo y la ceremonia de entrega de limosnas en la calle Sisavang Vong al amanecer. El viaje es perfecto si se complementa con un paseo por el complejo del Templo Dorado, en las afueras de Kunming, para explorar sus espacios religiosos, el parque forestal, el jardín botánico y el museo al aire libre.
Sin embargo, la clave del viaje está en el tren, una nueva maravilla de la ingeniería. 1.035 kilómetros del ferrocarril China-Laos que son mucho más que un simple viaje, con paradas de subida y bajada libre, y que conectan algunas maravillas culturales y naturales de Asia relativamente desconocidas. El tren de alta velocidad, que se desplaza con suavidad, ofrece algunas de las mejores vistas de la región en su paso veloz por imponentes montañas, arrozales y ciudades chinas que muestran una cara de Asia más tranquila y menos visitada. Cada parada es todo un mundo en sí mismo. En el tramo entre Vientián y Boten, el tren pasa por 162 puentes (dos cruzan el río Mekong y miden más de un kilómetros cada uno) y 72 túneles entre paisajes verdes y montañas vírgenes. El recorrido también pasa por algunas de las ciudades antiguas menos visitadas, pero más interesantes del país, como Luang Prabang, Oudômxai y Luang Namtha.
En Boten (Laos) o Mohan (China) se debe pasar por el control de inmigración antes de cruzar la frontera hacia el sur de China. En su totalidad, el trayecto dura unas 10 horas y 30 minutos —incluido el tiempo que se pasa en aduanas e inmigración—. Quienes deseen evitar las multitudes deberían realizar este trayecto en 2025, antes de que se abarrote de mochileros.
5. Kazajistán, la nueva etapa en la Ruta de la Seda
Kazajistán, donde habitan los fantasmas de la antigua Ruta de la Seda susurrando por las estepas que rodean las ciudades, es un lugar todavía muy desconocido para el turismo. La aventura empieza en la cosmopolita Almatý, para luego recorrer las montañas y la estepa, donde se pueden visitar centros espaciales de la era soviética y antiguas ciudades comerciales de la Ruta de la Seda.
Entre las experiencias más interesantes destacan: cenar en Auyl, en las afueras de Almatý, donde se fusionan diseño, historia y cocina neonómada; visitar las dunas cantoras del parque nacional de Altyn-Emel; escuchar el sonido de las barkhan, que ofrecen una sinfonía sobrenatural creada por la naturaleza; o participar en los festejos de Astana del Novruz (o Nowruz), el Año Nuevo persa, que coincide con el equinoccio de primavera.
En Almatý, la antigua capital (la actual es la ultramoderna Astaná), rodeada de montañas, se mantiene la esencia del legado soviético. Al salir de la ciudad, se recobra el contacto con la naturaleza en lugares como el cañón de Charyn, con sus formaciones rocosas de 12 millones de años, o en el denso bosque del parque nacional de los Lagos Kolsai. En las tierras salvajes del parque nacional de Katon-Karagai, en el extremo oriental del país, se pueden explorar a caballo exuberantes valles y montañas cerca de las fronteras con Rusia y Mongolia. El centro del país, permite conocer la historia de la carrera espacial soviética en el cosmódromo de Baikonur (previo permiso), aún en funcionamiento. Y, en contraste, visitar Shymkent es volver al tiempo de las caravanas aunque hoy sea la tercera mayor ciudad de Kazajistán, conocida por su comida.
6. Paraguay, una visita a Asunción y un hotel flotante
Oculta en el corazón de América del Sur, Paraguay ha preservado una enorme biodiversidad y un ambiente relajado, ajeno al turismo de otros destinos cercanos entre los que pasa casi desapercibido. Sin embargo, esconde tesoros que van desde el bosque chaqueño de espinos, habitado por jaguares y osos hormigueros gigantes, hasta pueblos pintorescos y cascadas. Además, ahora estrena nuevos circuitos que muestran la ecléctica arquitectura de Asunción, la ajada capital que guarda su encanto.
En Paraguay, el viajero puede encontrar experiencias sencillas como probar la nueva cocina autóctona en los renovados restaurantes de la capital, tomar el sol en las doradas playas de Carmen del Paraná, viajar río arriba hasta el Pantanal —el mayor humedal tropical del mundo— a bordo del hotel flotante Siete Cabrillas desde Concepción o pasear entre los restos de las misiones jesuíticas de Trinidad, Jesús de Tavarangue y San Cosme y Damián.
Asunción, por sí sola, merece una visita. Es la madre de todas las ciudades latinoamericanas con unas raíces que se remontan mucho antes de la llegada de los españoles. La herencia precolombina es obvia: desde el guaraní que se oye por todas partes hasta los vendedores ambulantes de tereré —yerba mate preparada con agua fría y hierbas medicinales—. Aún así, se ven cambios en esta ciudad que se prepara para recibir turistas: nuevos restaurantes que apuestan por los ingredientes nativos con fusiones creativas, mansiones que abren por primera vez sus puertas o fábricas de cerveza artesanales que toman impulso. Además, en 2025, la reconstrucción de la largamente abandonada línea férrea desde la gran y antigua terminal de trenes del centro hasta las afueras de la ciudad comenzará, aunque aún se tardará en poder viajar en ella.
Pero el país es, sobre todo, el Chaco paraguayo, un mosaico de pantanos, savanas y matorrales que casi dobla a España en extensión. Es, en fin, uno de los últimos grandes espacios naturales de la Tierra. Más de una docena de pueblos indígenas (artesanos expertos y guardianes de su frágil hogar forestal) habitan desde hace mucho un territorio ahora más accesible gracias a nuevos puentes, caminos y centros de visitantes que diseñan nuevas rutas de senderismo para ver la fabulosa flora y fauna.
Y, por último, están las cataratas de la región oriental de Paraguay: decenas de cascadas que ofrecen turismo de aventura, observación de fauna y aldeas atrapadas en el tiempo. Se puede hacer rápel en el Salto Cristal, acampar cerca de la costa en la densa selva, contemplar el Salto Inglés, el Salto Samakua —que cae 60 metros por un acantilado—, o los Saltos del Monday, cerca de Ciudad del Este.
7. Trinidad y Tobago, un viaje a todo color
Trinidad y Tobago ofrece mucho más que sol, mar y arena. En esta república de islas gemelas, con mucha historia y patrimonio, viven 1,3 millones de personas de diversas etnias, identidades religiosas y culturales que, además, tienen fama de ser de lo más fiesteras. La cultura es la protagonista de esta joya del sur del Caribe, comenzando por los hipnóticos ritmos de la música soca en el momento álgido del carnaval. Durante todo el año los visitantes tienen oportunidad de explorar un mundo moldeado por muchas culturas y religiones, una mezcla antropológica que fusiona música, moda y comida de una manera única y sin complejos.
Pero la fama se la lleva el carnaval de Trinidad, el principal evento del calendario festivo. Un espectáculo con concursos de tambores, luchas con bastones y conciertos de calipso. Este emocionante periodo culmina con desfiles de disfraces el lunes y el martes inmediatamente anteriores a la Cuaresma. Esos dos días, decenas de miles de personas inundan las calles de la capital, Puerto España, y otras partes del país para divertirse con una ruidosa banda sonora de soca. Otro festival es el Hosay, una celebración musulmana indo-caribeña en la que se llevan en procesión mausoleos o tumbas gigantes que se dejan en el mar como lugar de descanso final. También está el Phagwah o Holi, el festival hindú de los colores en el que se juega alegremente con polvos coloridos para representar el triunfo del bien sobre el mal.
Al margen del reclamo festivo, el turismo sostenible tiene cada vez más interés y aquí también han surgido oportunidades de vacaciones ecológicas que dan nueva vida a las comunidades más pequeñas. Destaca Grande Riviere, uno de los principales puntos de anidación de tortugas laud del mundo.
Entre las experiencias más inolvidables en un viaje a Trinidad y Tobago destacan observar aves, tortugas y caminar en el Asa Wright Nature Centre de Hadco Experiences; disfrutar de las olas y comer en la playa de Pigeon Point en Tobago; o visitar el panteón sagrado hindu Temple in the Sea, una colorida estructura octogonal en una calzada elevada en el golfo de Paria.
8. Vanuatu, el país más feliz del mundo
Magia, misticismo y kastom (cultura tradicional) son las claves de este salvaje y accidentado archipiélago de Oceanía de 83 islas que es, además, la nación con mayor diversidad lingüística per cápita del mundo. La crudeza de Vanuatu a menudo aleja a los viajeros que optan por islas más desarrolladas del Pacífico.Sin embargo, es la base de su atractivo. Entre inmersiones en pecios, rituales antiguos y el espectáculo de la lava arrojada por un volcán activo, los turistas disfrutan cada vez de más comodidades modernas. Eso sí, el plan nacional de desarrollo sostenible prioriza la protección de la naturaleza para las generaciones futuras.
En el año 2025 se cumple una década desde que uno de los peores ciclones, que azotó el Pacífico Sur, arrasara Vanuatu. El ciclón Pam no fue el primer desastre natural que sufrió el país. Tampoco será el último. Y, pese a estas adversidades, esta pequeña nación de solamente 300.000 habitantes encabeza la clasificación del Índice del Planeta Feliz. Resulta más fácil entender por qué cuando se aterriza en Port Vila, capital de Vanuatu situada en la isla principal de Éfaté. Acurrucada entre un puerto natural y una laguna turquesa, es quizá la ciudad con la ubicación más idílica del mundo. El ritmo es lento, la bienvenida cálida y el entorno relajante.
Vanuatu está cubierto de jungla, bordeado por playas desiertas, salpicado de volcanes y rodeado de senderos pintorescos. Pero quizá lo inolvidable del viaje sea conocer las ricas y diversas culturas de los ni-vanuatu —pueblo melanesio de Vanuatu, también llamado ni-van—. Desde las tribus kastom de la isla de Tanna, que conservan su antiguo estilo de vida, hasta la danza de la serpiente Ra, interpretada por los hombres de la isla homónima. Además, en las islas Banks, al norte del país, no faltan las oportunidades para una inmersión cultural.
Para disfrutar del archipiélago basta con ver salir la lava del borde del volcán Yasur, en la isla de Tanna, probar el kava, la bebida típica de Vanuatu, bucear en famosos pecios y arrecifes de coral o chapotear en la laguna Azul y las cascadas de Mele en la isla de Éfaté.
9. Eslovaquia, renovación centroeuropea
Con unos vecinos tan famosos como la República Checa y Austria, es fácil que Eslovaquia pase desapercibida. El país, que tiene fronteras con otros cinco y conexiones ferroviarias con toda Europa, se ha considerado mucho tiempo una escala rápida. Sin embargo, con la renovación de sus monumentos históricos, el impulso al ecoturismo y el renacimiento de su zona oriental, está listo para ser un destino protagonista.
Sin salida al mar, con montañas elevadas y ciudades repletas de arte, Eslovaquia presume de una original mezcla arquitectónica y de espacios naturales bien protegidos. Tiene todos los encantos propios de Europa Central: torres de iglesias góticas, castillos y museos de arte; y, además, en 2025, estos monumentos, sobre todo en la capital, Bratislava, lucirán recién restaurados. Por ejemplo, su Galería Nacional o el puente Dedecˇek —una controvertida reliquia de la década de 1970, convertido ahora un elegante espacio contemporáneo lleno de luz—. También aparece renovada la Námestie Slobody (plaza de la Libertad), que era un espacio de lo más destartalado. Entre las novedades arquitectónicas destacan la ampliación del proyecto residencial Sky Park de Zaha Hadid y la torre de observación Devinska Kobyla, al noroeste de la ciudad, que se eleva 20 metros y permite contemplar los campos y bosques de Eslovaquia, además de las vecinas Austria y la República Checa.
La otra faceta de Eslovaquia es el ecoturismo, que cada vez tiene más importancia: nueve parques nacionales, cubiertos por lagos, hayedos y prados de flores silvestres. Cada vez es más conocida la zona de los montes Tatra, la cordillera que separa Eslovaquia de Polonia. Durante la temporada de senderismo, se puede viajar en el ferrocarril eléctrico Tatra, que va de la ciudad balneario de Štrbske Pleso, junto a un lago, a la localidad de montaña de Tatranska Lomnica.
Además de la región vinícola, en el este de Eslovaquia hay 18 lugares protegidos por la Unesco, desde el colosal castillo de Spiš hasta las minúsculas iglesias de madera del siglo XVIII, que quedan a dos horas en coche de Košice y es la segunda ciudad más oriental del país. Al noreste de esta ciudad, en Medzilaborce, el Museo de Arte Moderno Andy Warhol está en plena renovación.
10. Armenia, monasterios medievales y nuevos senderos para caminar
Armenia está considerada como la nación cristiana más antigua del mundo, con una civilización que se remonta miles de años. Tradicionalmente, los viajes a este país del sur del Cáucaso se centraban en sus fabulosos monasterios pero, ahora hay mucho más. El país tiene rutas maravillosas, como el nuevo Sendero Nacional Armenia, que atraviesa montañas, valles poco poblados y muchos pueblos con encanto que ofrecen al viajero khorovats (carne a la parrilla) y un lugar donde acampar. Inaugurado en 2024, sus 1.000 kilómetros cruzan el país a lo largo y sigue caminos similares al Sendero Transcaucásico, un proyecto que unirá Armenia con Georgia y Azerbaiyán.
Otra opción es alquilar un coche y salir de las rutas habituales. Hacia el sur, desde la capital, Ereván, se encuentran caminos de la Ruta de la Seda con caravasares y un terreno poco visitado por el paso de Meghri hasta la frontera iraní. Otra opción es ir a las ciudades que bordean el gigantesco cañón de Debed, donde las matriarcas enseñan a hornear gata (pastel relleno dulce).
Sus maravillosos monasterios figuran en la lista de visitas obligadas de todo viajero, completando el viaje otras experiencias como volar sobre un desfiladero con el teleférico más largo del mundo, Wings of Tatev; admirar la arquitectura de toba en Gyumri y Goris; o esquiar en invierno en la nueva estación de montaña de Myler. Y para los amantes de la arquitectura soviética destacan los telescopios de Byurakan y los almacenes abandonados de Alaverdi.
Armenia va a ser también el próximo destino vinícola, centrado en Arenei. Las uvas armenias tienen una historia más larga y en 2007 los arqueólogos descubrieron la bodega más antigua del mundo (6.000 años). Desde entonces, el vino armenio y las variedades de uva antiguas han inspirado a decenas de nuevos productores que elaboran vinos deliciosos con técnicas modernas y naturales.