Un milagro salva a España frente a Eslovaquia | Baloncesto | Deportes – Technologist
Santi Yusta les narrará a sus nietos cómo salvó a España de una derrota que ponía en peligro la clasificación para el Eurobasket del vigente campeón. Y lo contarán también en sus tertulias los amantes del baloncesto, porque fue una acción increíble, impensable cuando restaba una décima para acabar una prórroga deplorable por parte de los dos equipos. Y no por la canasta en sí, un triple estratosférico, porque se han visto muchos partidos ganados sobre la bocina; es algo habitual en el baloncesto, sino por el cómo. La cuestión es la manera que se llegó a esa situación.
España estaba a punto de tirar por la borda el partido de Bratislava. En un final muy parecido a un despropósito, la selección de Sergio Scariolo, comida por los nervios, agarrotada por la responsabilidad, solo fue capaz de anotar dos puntos, en tiros libres, entre los tres minutos y medio que pasaron desde la última canasta de Pradilla hasta el final de los 40 minutos de juego más los 4.54 que transcurrieron de la primera prórroga. Con 66-61 en el marcador, cinco de ventaja para Eslovaquia, Yusta, casi a la desesperada, anotó un tiro de tres desde muy lejos que apretaba el marcador (66-64) pero no ahogaba al equipo local, porque tenía la bola en su poder y solo seis segundos le separaban de la victoria.
De Larrea tuvo que hacer una falta obligado por las circunstancias. Quedaban cinco segundos. Se fue a la línea de tiros libres Krajcovic, que anotó uno de los dos (67-64). Quedaban cuatro segundos y a la desesperada, casi sobre la bocina, Fran Guerra lanzó un triple que se quedó muy lejos. La pelota se marchó por la línea de fondo. Quedaban cuatro décimas y sacaba Eslovaquia. Lo más lógico hubiera sido un pase al otro lado del campo. Cualquier toque hacía correr el reloj, pero Mario Ihring, el base titular de su país, que llevaba más de 15 minutos con la espada de Damocles encima con cuatro faltas, se equivocó. Quiso sacar en corto, apareció Yusta para robar el balón, y sin postura, desde lejos y tras controlar la bola en las manos, lanzó a lo que fuera y anotó un triple para empatar.
Los árbitros lo habían invalidado, porque daba la sensación de que el tiro era fuera de tiempo, pero las imágenes fueron implacables con Eslovaquia y generosas con España. Cuando la pelota salió de las manos de Yusta, el partido todavía estaba vivo y al equipo de Scariolo le quedaba una vida extra. En la segunda prórroga, los eslovacos no salieron con el mismo rostro que en la primera y España, aunque siguió sufriendo, supo mantener la compostura para ganar el partido.
Todo lo que ocurrió en la segunda parte fue inexplicable. España se marchó al descanso con una ventaja suficiente como para pensar que el partido, con un poco de concentración, se decantaría hacia su lado. Jugaba con corrección, aseado y solvente. Dominaba en todos los registros. Se fue al descanso, después de ganar los dos primeros cuartos, con 17 rebotes por dos de Eslovaquia, y afinando bastante en el triple en los diez minutos finales. Pero todo se estropeó con el comienzo de la segunda parte, que España afrontó titubeante. Un parcial de 7-0 obligó a Scariolo a parar el partido y replantear algunas cosas. Ese pequeño detalle del marcador convenció a los locales de que podían hacer más cosas. Con Brodziansky, el jugador del UCAM Murcia, llevando el mando de las operaciones, España comenzó a dudar de sus posibilidades.
La anotación era escasa por parte de los dos equipos. Eslovaquia, pese a fallar muchos titos, consiguió ponerse por delante por primera vez en el partido (58-57), a falta de cuatro minutos para el final. De nuevo España, con el empuje de Alocén y una canasta de Pradilla (58-59) volvió a ponerse en cabeza, pero cuando quedaban 3,27m para el final, las luces se les apagaron a los dos equipos. Nadie era capaz de anotar. Quedaban ocho segundos para el final y Brodziansky, que acabó con 23 puntos, solo pudo anotar uno de los dos tiros libres de los que dispuso para ganar el partido. España, en el tiempo que restaba, tampoco anotó. Llegó la prórroga, y a falta de una décima, el milagro de Yusta, una carambola feliz.